14 noviembre 2007

Armero

Esta semana se cumplió un nuevo aniversario de la llamada tragedia de Armero. Recuerdo perfectamente que esa mañana tenía clase (estaba en quinto de primaria) y una profesora nos dijo que algo muy grave había ocurrido esa noche en Colombia. Recuerdo el dolor, el sufrimiento, la tristeza que intentaban transmitir en los noticieros de televisión esa semana y que yo con apenas nueve años de edad sólo podía medio adivinar tratando de entender de qué clase de tragedia estaba siendo testigo.

25000 muertos se dicen muy rápido y en ese momento no podía yo comprender muy bien si esa era una cifra grande o pequeña o si era normal. Al fin y al cabo era el primer desastre natural que recordaba y no tenía un precedente mental para hacerme una idea (sobre la tragedia de Pompeya y el Monte Vesubio casi 2000 años atrás me vine a enterar después).

Resultó que fue una tragedia muy aterradora, resultó ser quizá el desastre natural más grande de la historia del país. Es más ese mes resultó ser uno de los más negros de nuestra generación y decir eso con todo lo que ha ocurrido en los últimos treinta años ya es decir mucho.

Resulta curioso darse cuenta de que hay recuerdos que uno no puede ver bien y en su real perspectiva sino a lo lejos. Y año tras año esta tragedia, asi como la del Palacio de Justicia por esos mismo días se me antojan, más de veinte años después, de un horror imposible de describir con palabras. Palabras que no encontraba ese día cuando tenía nueve años de edad y palabras que aún no es fácil hallar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mientras todavía nos acordemos ..
Unas catástrofes son naturales e inevitables (aunque algo de prevención siempre puede ayudar) pero las otras (Palacio ..) son el fruto de nuestra imperfecta naturaleza humana.
Las imágenes de Armero – y de Omaira- todavía están presentes en la retina de mucha gente en el mundo. Salu2

Frank Morris dijo...

Lo felicito, hizo un comentario muy serio, a veces la gente se excede en fotos del sufrimiento de las victimas. O han distorsionado el dolor ajeno, tal como hicieron con la niña que se ahogo entre los debris y lodo.

Dios quiera que algo asi no vuelva a pasar.